Regreso a la Madre Tierra.
Quizás, hace siglos, mis ancestros fueron secuestrados de esta tierra; hombres y mujeres que, derrotados y desgarrados por la violencia de la colonización y la trata transatlántica, abordaron por la fuerza barcos que los llevaron a América. Pero ahora, yo regresaba a África, no como víctima, sino como alguien que reclama su derecho a caminar libre por esta tierra. Pisaba cada paso con el orgullo y la fuerza de quienes me precedieron y con un grito de libertad desde mi alma. Ese grito fue posible gracias a mi organización, Survivor Alliance, que, al realizar este Congreso Mundial de Sobrevivientes, me brindó la oportunidad de regresar a África no solo para escuchar historias, sino para honrar a mis propios ancestros con un acto de regreso triunfal y de justicia racial.
África, el continente “desconocido y explotado”, la cuna de la humanidad sigue siendo para muchos una tierra lejana, misteriosa, casi olvidada. Como si la hubiéramos dejado atrás hace quinientos años y hoy nos sorprendiera que siga latiendo, respirando, enseñando. Yo, sin embargo, llegaba a África con una familiaridad extraña, casi como si volviera a casa. “Más africana que los propios africanos”, bromearían algunos, desde mi atuendo hasta el deseo de absorber cada sabor, cada ritmo, cada palabra que se cruzara en mi camino.
Mi destino era Kenia, uno de los países del África Oriental, situado en la costa este, abrazado por el océano Índico y vecino de Uganda y Tanzania. Nairobi, su capital, me recibió con una energía que iba más allá de las palabras: la calidez de su gente, el bullicio incesante de las calles, el calor de su aire. Desde el primer momento, sentí que esta ciudad tenía tanto que decir y que, a pesar de haber llegado como parte del Congreso Mundial de Sobrevivientes, tenía tanto que enseñarme.
Kenia, como muchos otros países africanos, lleva en su lengua las huellas de un pasado de colonización. Aunque el inglés es un idioma impuesto, común en la educación y los negocios, el swahili mantiene una presencia cercana y auténtica en el día a día de su gente. Es en este idioma que se escucha el saludo cálido: “Habari”, una palabra que no solo pregunta, sino que invita a entrar en la vida de quien la pronuncia.
El swahili, la lengua del este de África, es más que un idioma; es un abrazo cálido, un gesto de bienvenida. Kenia me recibió con palabras simples y llenas de significado: caribú, para dar la bienvenida; asante, para agradecer. En cada saludo, desde el entusiasta “¡alo, alo!” hasta el conocido habari, sentía la cercanía de la gente. Recuerdo una noche en la que fuimos a bailar, y, al reconocerme como afrolatina, un grupo de chicas africanas se acercó a mí con una alegría contagiosa. Ellas, con risas y abrazos, me hicieron sentir como en casa. Decían que éramos hermanas, aunque de otro lado del océano. Bailamos juntas, intercambiamos palabras en swahili, y entre risas compartimos algo tan valioso que iba más allá del idioma: una conexión de raíz y de espíritu que no necesitaba traducción.
La cultura keniana se reconoce en cada rincón de Nairobi. La comida, diversa y rica en sabores, es una experiencia en sí misma, desde el ugali hasta los guisos de carne y verduras. Aquí, las mujeres y los hombres son amables y abiertos, ofreciendo su tiempo y su sonrisa, y los niños, llenos de desparpajo y energía, te observan con esa curiosidad y autenticidad tan propias de la niñez. Kenia no solo es un país; es un abanico de culturas, de tribus, de historias compartidas que encuentran en la música y la danza una forma de resistencia y celebración.
Y ahí estaba yo, en el Congreso Mundial de sobrevivientes, escuchando y compartiendo historias de resiliencia y lucha, como parte de un movimiento global que trabaja por el poder colectivo. Fue entonces cuando entendí: el regreso a África no era solo un viaje, sino una llamada para recordar que, aunque el tiempo y el mar nos separaron hace siglos, la raíz que compartimos sigue viva, latiendo en cada encuentro, en cada historia, en cada paso que damos hacia la libertad.
Quizás, hace siglos, mis ancestros fueron secuestrados de esta tierra; hombres y mujeres que, derrotados y desgarrados por la violencia de la colonización y la trata transatlántica, abordaron por la fuerza barcos que los llevaron a América. Pero ahora, yo regresaba a África, no como víctima, sino como alguien que reclama su derecho a caminar libre por esta tierra. Pisaba cada paso con el orgullo y la fuerza de quienes me precedieron y con un grito de libertad desde mi alma. Ese grito fue posible gracias a mi organización, Survivor Alliance, que, al realizar este Congreso Mundial de Sobrevivientes, me brindó la oportunidad de regresar a África no solo para escuchar historias, sino para honrar a mis propios ancestros con un acto de regreso triunfal y de justicia racial.
Información sobre Survivor Alliance World Congress — Landing Page — Survivor Alliance
Este contenido hace parte de la campaña #EndTrafficking de Empodérame, con el apoyo de Freedom Fund para la prevención de la trata de personas.
La historia durante década sobre la violencia, el conflicto. La pobreza, la esclavitud. La trata de personas, nos a dejado mucho dolor al ser humano. Que somos los q padecemos diariamente todos estos episodios