El día que Harvard entró a nuestro refugio con una mentira
- Prensa Empoderame
- hace 7 días
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Ese día abrimos la puerta como lo hemos hecho tantas veces. Con confianza. Con dignidad. Con la convicción de que compartir nuestras vivencias puede ayudar a cambiar el mundo. Jessica Van Meir, estudiante de doctorado de la Universidad de Harvard, llegó a nuestra casa refugio en Cali con una sonrisa medida y un discurso que hablaba de "investigación académica". Dijo que su interés era conocer la realidad de la industria del sexo en Colombia y que quería aprender del movimiento de mujeres sobrevivientes. Nos confiamos. Le creímos.
En ese refugio, donde acompañamos a mujeres sobrevivientes de prostitución y trata de personas en entornos digitales, las puertas no se abren a cualquiera. Pero ver en la convocatoria el logotipo de Harvard impone respeto. Y porque seguimos creyendo en el poder transformador de la educación, le dimos la bienvenida. Hablamos con ella. Algunas compañeras compartieron experiencias dolorosas. Otras prefirieron guardar silencio. Ella observaba, tomaba nota, asentía con cuidado. Nunca nos dijo que era activista del concepto "trabajo sexual". Nunca habló que cofundó un colectivo en Estados Unidos que lucha por eliminar las sanciones a proxenetas y compradores de sexo. Nunca fue transparente. No es un estigma sobre su posición la cual es respetable, pero diferente a nosotras para interpretar nuestras necesidades y dolencias. Tiene sesgos desde su construcción, no es posible construir con alguien que no ve al proxeneta y al putero como criminales. Hay que ser sinceros.
Supimos luego que lo era. Que su investigación presuntamente tenía una agenda política definida, financiada y alineada con intereses que promueven la despenalización de la prostitución como industria. Que su directora de tesis es becaria de Ford Foundation, financiadora global de esta corriente. Que su artículo en The Baffler no solo menciona con nombre propio a una de nuestras compañeras sin consentimiento, sino que incluso publica una fotografía de la fachada del refugio, poniendo en riesgo a mujeres protegidas por la Unidad Nacional de Protección de Colombia. Todo sin nuestro permiso. Todo con engaño.
Ese día, Harvard entró a nuestro refugio con una mentira. Jessica Van Meir no vino a aprender. Vino a recolectar testimonios que pudiera usar para justificar la industria que nos dañó. Utilizó nuestras palabras para construir un discurso que busca legitimar a los proxenetas y a los compradores de sexo. Incluso llamó a una de nuestras activistas para preguntar por una niña en situación de explotación sexual, diciendo que estaba allí "porque quería". Cuando se le exigió que denunciara el hecho a las autoridades, nunca respondió. Ese silencio fue una segunda traición.
La estudiante promueve que la prostitución es una posibilidad real para mujeres empobrecidas, de esta manera consigamos recursos. Le preguntamos ¿probó usted misma esta oportunidad? - ¡claro que no! Ella no estará en la esquina de una calle esperando ser comprada. Eso es para las pobres.
No es la primera vez que mujeres pobres, migrantes, afrodescendientes, racializadas y del sur global somos convertidas en objetos de estudio para universidades del norte. No es la primera vez que alguien extrae información de nuestros cuerpos y nuestras historias para justificar decisiones políticas que nunca nos consultaron. Le llaman "investigación", pero muchas veces es extractivismo epistémico. Le llaman "industria sexual", pero es violencia estructural.
La estudiante abusó de su posición de poder, del privilegio de su pasaporte, de la marca Harvard que le abrió nuestras puertas. Habló de "consentimiento informado", pero nunca nos contó la verdad. Ahora revocamos ese consentimiento. Queremos que se retire toda mención a nuestras compañeras, que se elimine el artículo publicado, y que la universidad investigue a fondo lo ocurrido. No se puede permitir que los espacios de protección sean vulnerados por agendas ideológicas disfrazadas de ciencia.
Lo decimos claro: nosotras no somos sus datos. No somos cifras para decorar sus discursos. No somos historias para sus becas. Somos mujeres con historia, con voz, con sabiduría. Y también con memoria. La próxima vez que una estudiante de Harvard quiera "aprender sobre la prostitución en el sur", que comience por reconocer el colonialismo académico que representa. Que comience por escuchar. Que comience por decir la verdad.
Nosotras seguiremos hablando. Seguiremos gritando, escribiendo, organizando. Porque si algo nos ha salvado, ha sido nuestra palabra. Y con ella vamos a seguir denunciando, aunque les incomode. Aunque nos quieran silenciar.
Firmamos esta carta abierta como sobrevivientes, como activistas, como defensoras de los derechos humanos de las mujeres. Con nombre propio. Con dignidad intacta.
Fundación Empodérame
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