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Griselda no ayuda

La respuesta a la violencia estructural que vivimos es la creación de contra-pedagogías de la crueldad, y en eso, "Griselda" no ayuda.
Foto Netflix

El libro “Contra-pedagogías de la Crueldad”, de Rita Laura Segato, es una reflexión sobre la violencia y el poder desde una perspectiva crítica y feminista. Segato explora cómo los actos de crueldad son una forma de educación social que transforma la vitalidad en objeto, desensibilizando a las personas ante el sufrimiento ajeno. Esta obra aborda cómo la violencia en América Latina, particularmente contra las mujeres, es una manifestación del mandato de masculinidad, que perpetúa el patriarcado y rompe con la empatía hacia el otro.

Según Segato, la violencia es una forma de comunicación del poder masculino, expresada de manera simbólica a través de actos como la violación y el asesinato, y se fundamenta en una lógica de superioridad y dominación. La autora argumenta que esta dinámica de poder no solo afecta a las mujeres, sino que también es perjudicial para los hombres, quienes son coaccionados a conformarse con estas normas violentas. Segato sugiere que la respuesta a esta violencia estructural es la creación de contra-pedagogías que promuevan la comunidad, la empatía y el rechazo a la lógica patriarcal.


Netflix, con “Griselda” interpretada por Sofía Vergara, podría estar perpetuando la pedagogía de la crueldad que Segato explica. “Griselda” narra la vida de Griselda Blanco, una mujer que asciende al poder en el mundo narco dominado por hombres a través de la violencia y la crueldad. La serie, al dramatizar estos aspectos de su vida, da su aporte a la continuidad de la normalización de la violencia y la deshumanización, en lugar de ofrecer una crítica profunda de estas dinámicas de poder. Igualmente, no es su trabajo, como tampoco lo es el del cine o la televisión, educar a la población.


La serie también refleja la idea de Segato sobre la masculinidad y el poder: Blanco adopta tácticas tradicionalmente masculinas de violencia y brutalidad para afirmar su autoridad. Esto puede interpretarse como una reafirmación del mandato de masculinidad que Segato describe, donde el poder y el éxito se logran a través de la violencia y la opresión, perpetuando así el ciclo de la pedagogía de la crueldad.

La serie glamuriza y dramatiza un estilo de vida brutal y despiadado. Al hacerlo, contribuye a la desensibilización cultural hacia la violencia y el sufrimiento que Segato advierte. En lugar de presentar un retrato crítico y reflexivo de Blanco y su mundo, la serie corre el riesgo de normalizar y, hasta cierto punto, celebrar un estilo de vida criminal.


“Griselda” no solo narra la historia de una narcotraficante, sino que también refuerza los modelos violentos o deshumanizados para las mujeres. Es difícil encontrar historias de mujeres heroínas colombianas con hazañas humanas, sensibles e increíblemente llenas de éxito. Nos educan en que, esa cima llega por la vía de la violencia a otros o con el propio cuerpo (explotación sexual, pornografía, prostitución, alquiler de vientres), no hay camino exitoso para las mujeres lejos de la crueldad.

Vemos como la reafirmación de la crueldad perpetúa estereotipos dañinos, también ignora las formas en que las mujeres pueden ejercer poder fuera de estos paradigmas violentos.

Hago una invitación a reflexionar sobre cómo consumimos y procesamos representaciones de violencia y poder en los medios. Podemos considerar si tales representaciones contribuyen a una mayor comprensión y empatía hacia el sufrimiento de los demás, o si simplemente nos hacen más insensibles a la crueldad y la brutalidad en el mundo real.


Claudia Yurley Quintero

Defensora de derechos humanos

 

“El hombre campesino-indígena a lo largo de la historia colonial de nuestro continente, así como el de las masas urbanas de trabajadores precarizados, se ven emasculados como efecto de su subordinación a la regla del blanco, el primero, y del patrón, el segundo —patrón blanco o blanqueado de nuestras costas—. Ambos se redimen de esta emasculación, de esta vulneración de su condición social, laboral, incompatible con las exigencias de su género mediante la violencia. Ante el avance de la pedagogía de las cosas, como también podríamos llamarle a la pedagogía de la crueldad, el hombre indígena se transforma en el colonizador dentro de casa, y el hombre de la masa urbana se convierte en el patrón dentro de casa. En otras palabras, el hombre del hogar indígena-campesino se convierte en el representante de la presión colonizadora y despojadora puertas adentro, y el hombre de las masas trabajadoras y de los empleos precarios se convierte en el agente de la presión productivista, competitiva y operadora del descarte puertas adentro”. Rita Segato, Contra-pedagogías de la crueldad, Prometeo Libros, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2018, pp. 11-14 y 44-47.

 

Libro:

Fotografía: Netflix

 

 

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