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La Putañería de Gotham


“La prostitución es el efecto de la violencia contra las mujeres, es en sí mismo violencia contra las mujeres y es la causa de la violencia contra las mujeres”. (Huschke Mau, 2016)


Nunca en mi vida he escuchado a un putero pedir perdón por su crimen de lesa humanidad. Jamás he escuchado ni leído las palabras de un hombre con las cuales rinde tributo a la verdad, a la ética, al admitir que no es apropiado comprar sexo, que se arrepiente; que jamás volverá a hacerlo y luchará por la erradicación de esa lacra; que critique la relación de explotación que existe cuando un hombre paga por tener sexo con una mujer. Y mucho menos que esté convencido de que la prostitución es fundamentalmente una ignominia porque deshumaniza a las mujeres.


Por el contrario. Se oyen muchas excusas cada vez que el tema vuelve al estrado “moral”, justificaciones, argumentos múltiples que se enfocan en las distintas dimensiones de la oferta y no de la demanda, la cuál es en primera instancia la que crea y mantiene la oferta.


Esta semana sancionaron un hotel en Medellín (“un burdel a cielo abierto” de acuerdo con la descripción de Carolina Sanín, célebre y controvertida escritora bogotana). Irónicamente el hotel se llama Gotham, sí, como la Ciudad Gótica, la de Batman. Esta es la primera entrada en Google para “Gotham”: "… (pronunciado Gozam y nombrado en español también como Ciudad Gótica o Gotham) es una ciudad que se encuentra bajo la protección de Batman y sus aliados de los criminales mentalmente insanos, las pandillas y de las multitudes violentas que pueblan sus calles". El chiste se cuenta solo. Duele mucho la risa que produce.


La noticia se centró en tres aspectos: la sanción del hotel de Medellín, -perfecto, pone en la red el problema (proxenetas, hoteles y demás)-; que el putero es gringo, -perfecto, funcional a nuestra xenofobia y codicia, “plata es plata” dicen por aquí de los negocios-; y que las víctimas son menores de edad, -perfecto, borra de tajo a las adultas, “trabajadoras voluntarias y satisfechas”-. La inercia del escándalo, por donde se han precipitado los medios masivos hegemónicos de este triste país.


Es común escuchar que el periodismo debería ser un contrapoder: se ha rajado como contrapoder del patriarcado, o tal vez para los medios masivos hegemónicos el patriarcado no es un poder, el color del agua, el color del poder pero nada más. No hay que fiscalizarlo, diseccionarlo, exponerlo, denunciarlo. No. Los medios reflejan los valores, creencias y prácticas de la cultura, y a su vez las sociedades forman a sus periodistas para que difundan y mantenga sus creencias, valores y prácticas, en este caso patriarcales. Y entonces de los puteros, los consumidores, los que sostienen este vil entramado, no se habla.


Pues conversemos entonces sobre los puteros. No hay ninguna enfermedad en ellos, hombres sanos hijos del patriarcado. Según un estudio español conducido por la psicóloga Águeda Gómez y sus colaboradoras (El putero español, Methaodos. Revista de ciencias sociales, 2015, 3 (1) ISSN: 2340-8413 | publicado en 2015 y comentado en El Confidencial , los puteros promedio podrían caracterizarse en cuatro grupos:


El misógino, quien ve la prostitución como un servicio normal y necesario. Siente un gran desprecio por las mujeres, sean putas o esposas. Las unas porque se venden y las otras porque salen muy caras.


El consumidor, con ánimo gourmet, como cuando paga por un buen vino, paga por la experiencia, la variedad, el after party, como por un Ipad o un carro. Se ajusta a su noción del libre mercado y está convencido de que lo importante son las condiciones seguras y reguladas.


El amigo, que las trata bien, incluso cree que las hacen disfrutar, buscan reconocimiento por parte de ella y lo matizan con un tinte de simpatía y de afecto.


El crítico, sabe y dice que no está bien, pero lo justifica como un efecto de la presión social, como un ritual de manada, una afirmación masculina.


Otra mirada muy interesante es la de Mau Huschke, de origen rumano, que fue explotada en Alemania durante años, escapó y hace su análisis: “Los hombres se conducen tan seguros de sí mismos en el mundo de la prostitución porque piensan que es algo a lo que tienen DERECHO”. “Misóginos, pusilánimes o románticos”. “Los puteros no piensan en ellos mismos como puteros, solo los demás son horribles”. “Si una mujer, desde joven, tiene la posibilidad económica, social y crece en un entorno libre de violencias que le permitan establecer y avanzar en un proyecto de vida, ¿se meterá voluntariamente al trabajo sexual?” . La idea de que tienen un derecho a tener sexo bajo todas las condiciones, cuando quieren, dónde quieren, cómo quieren. Y es su condición de hombre lo único que define a todos los clientes de prostitución.


Gómez es enfática en afirmar lo que sabemos ya pero, así como el periodismo se hace el de la vista gorda, las mujeres y los hombres del común, también: “No es una casualidad, no es azar, tiene que ver con la socialización que recibimos y una sociedad patriarcal que da menos oportunidades a las mujeres”, “El hombre cree mostrar su virilidad, su fortaleza comprando sexo de pago”, aunque en realidad, como asegura la psicóloga, “lo que muestra es una debilidad”: “Todo eso un síntoma de que algo está fallando en ti, es un gesto de debilidad porque no quieres enfrentarte a un igual”, asegura Gómez.


Pienso en esa línea delgada, pero no por ello menos evidente, de la relación palpable que existe y ha existido siempre entre “mujer de la vida pública” y “mujer de la casa” al decir popular (ya sabemos quiénes crean y mantienen el lenguaje machista a su conveniencia). Esa línea está definida por el deber sexual, débito conyugal, que alude por supuesto a un deber y a un derecho, el deber de ella y el derecho de él, afirmados tanto en la prostitución pública como en la prostitución doméstica.


El derecho canónico y el derecho civil han dejado una huella profunda en hombres y mujeres recordándoles los deberes conyugales so pena del repudio

El derecho canónico y el derecho civil a pesar de haberse modernizado al compás de los tiempos han dejado una huella profunda en hombres y mujeres recordándoles los deberes conyugales so pena del repudio. “Cada uno de los esposos tiene la obligación de conceder el débito conyugal al otro, siempre y cuando lo pida de manera seria y razonable (énfasis mío porque estoy convencida de que ahí está la cascarita en la que se resbala la corrección política). Este acceder a las relaciones conyugales es necesario porque puede dañar la relación y provocar el adulterio”.


Como evidencia del estado de misoginia y cinismo les dejo una serie de trinos de ayer en la red X, de hombres la gran mayoría, por favor hagan caso omiso de los errores de redacción, que se suman a los de concepción:


— “Sólo un comentario: no son solo "puteros" son pedófilos”.


— “Pero pa (sic) las burras estas la culpa es del hotel. No ven el hp trasfondo y es de donde salen esas niñas tan pequeñas. Eso es lo que hay que controlar. Los maricas gringos van a seguir viniendo por el turismo sexual y por las drogas. Hay que cortar la oferta”.


— “Entonces la solución es que las putas dejen de cobrar. La lógica absurda de los feminismos y abolicionismos no solo no soluciona los problemas, sino que los agrava e impide construir soluciones reales”.


— “Los put3ros son las víctimas explotados abusados obligados a pagar para poder tener relaciones y ellas son las privilegiadas porque las tienen cobrando. Se dedican ellas a lo que más les gusta. Pagan porque las mujeres no les permiten tener relaciones gratis”.


— “El error de todos ustedes los abolicionistas es que les hablan de "trabajo sexual" e inmediatamente se imaginan a la puta callejera, que vive en total precariedad, pero no piensan que ya la prostitución ha cambiado y se hizo sofisticada, hoy tienen apto en el Poblado y Laureles”.


— “Como se debe hablar del tema? Un de los tantos puntos es que es evidente en una parte de las mujeres paisas , les gusta la plata "facil", quieren cirugías, celulares de última generación, ropa a cambio de sexo. Como se habla de esto, sin que lo acusen de ser mala persona?” Contesta una mujer: “No, eso no existe dicen algunas, esas mujeres que ganan más que cualquier profesional promedio y por eso eligen esa actividad, no existen. Que son pocas si, pero de eso no se debe hablar”. Y agrega otra: “Es un tema complicado, sea Medellin o cualquier ciudad de Colombia el ideal de las jovencitas es conseguir un "sugar daddy" que las ponga a vivir como se merecen ”.


Y apunta una líder política de la ciudad: “Un debate urgente en la ciudad sobre explotación sexual de la niñez, adolescencia y mujeres vs trabajo sexual voluntario. No se puede confundir. Abro debate ojalá sin insultos”.


Y remato con éste de un periodista de la ciudad: “Mañana esperaría que las feministas de Medellín hagan una protesta pacífica frente al hotel donde estaba un cliente abusando de menores de edad. Hay que sentar precedentes reales”.


Volviendo a mi ciudad, mi pobre ciudad, desigual, voraz, feroz y mendaz, Gotham. No es el bien en cuestión. Ni el propietario. Tampoco la banda de proxenetas. Muchísimo menos las víctimas. La primera autoridad, o la segunda, o la tercera. Son los clientes, los puteros, los putañeros. Los que pagan. Los que compran. Los que crean y sostienen el sistema prostitucional. La prostitución no es “mi cuerpo, mi decisión”. Es “mi dinero, tu sumisión”. Sin demanda no hay oferta. Los puteros son la espina dorsal de esta violencia. Convertirlo en algo repugnante, delictivo, inmoral, sujeto a sanción social y penal. Debería ser el camino y la meta.


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