Claudia Yurley Quintero Rolón
Katerine miró la pantalla de su celular. Las palabras estaban ahí, claras como un puñal: “mitómana y manipuladora”.
No esperaba lealtad eterna, pero tampoco una traición tan pública, tan dolorosa. Sus manos temblaban mientras leía los comentarios que se acumulaban en sus redes. Algunos la defendían, pero la mayoría eran burlas y ataques.Ella suspiró:
“¿Cómo llegamos a esto?”, se preguntó en voz baja. No había respuesta. Solo un silencio que pesaba más que cualquier acusación.
No somos iguales, ni lo pretendemos. Yo, abolicionista hasta el alma, he dedicado mi vida a luchar contra la explotación sexual, convencida de que la prostitución no es trabajo, sino una forma de violencia normalizada. Ella, Katerine Ángel, conocida en las redes como @MarcianaPunk, ha alzado la bandera del trabajo sexual como una forma de autonomía y lucha. Ideológicamente, parecíamos estar en extremos opuestos de una misma batalla. Pero la vida, de manera irónica, nos colocó frente a frente, no para enfrentarnos, sino para reconocernos como mujeres en lucha.
El ascenso y la caída
Foto: Amaranta Hank, Katerine Ángel y Carolina Calle en el lanzamiento de Astrasex
Katerine fue durante mucho tiempo una voz fuerte y reconocida. Como fundadora de una asociación sindical llamada Astrasex (Asociación Sindical de Trabajadoras Sexuales), luchó por lo que creía justo: dignidad para quienes ejercen lo que ellas reconocen como trabajo sexual en sus diversas formas. A través de sus ollas comunitarias y su proyecto “Fuego de barrio”, alimentaban a quienes no tenían nada, transformando pequeños actos en símbolos de resistencia.
Pero lo que parecía un camino hacia el reconocimiento terminó en una caída pública devastadora. Sus compañeras más cercanas, Amaranta Hank (Cuyo nombre real es Alejandra Omaña y quien ahora funge como contratista del Gobierno de Gustavo Petro) y Carolina Calle, la señalaron públicamente. En redes sociales, Amaranta difundió acusaciones brutales: la tildó de ladrona de dinero y de tamales, de mitómana y manipuladora. Las palabras no solo fueron un ataque, sino también una condena.
En un video publicado por ella misma y luego borrado de sus redes, Amaranta incluso relató cómo Katerine le confesó haber sido abusada sexualmente por dos hombres cercanos. En lugar de apoyarla, Amaranta "verificó" con los presuntos agresores que, según ella, no había ocurrido ningún abuso. Luego, esa confidencia fue expuesta al mundo, revictimizándola y violando su confianza de la manera más cruel.
En vez de solidarizarse con la mujer que denunciaba el abuso, Amaranta Hank se solidarizó con los presuntos abusadores, a quienes reconoció públicamente como sus “amigos, es decir cuando se trata de amistad ella olvida los principios que dice defender y deja caer la careta de la farsa con la que anda por la vida.
He recuperado el video y lo publico acá: (Supieran ustedes la cantidad de videos en los que dice cosas irresponsables que la dejan en evidencia y que luego borra):
Katerine cerró la puerta detrás de sí y dejó caer el teléfono sobre la mesa. Había leído las palabras de Amaranta una y otra vez, esperando que, al hacerlo, dolieran menos. Pero no era así. Cada palabra parecía un ladrillo que construía el muro de su aislamiento.
“No tenemos ningún vínculo con @MarcianaPunk.” La frase resonaba en su cabeza con un eco insistente. Había trabajado incansablemente para formar ese sindicato, para darles a todas una voz. Y ahora, esas mismas voces se alzaban contra ella.
La mención del dinero fue el golpe final. “¿Qué dinero? ¿De qué hablan?”, se preguntó, aunque sabía que nadie vendría a darle una respuesta. Las acusaciones flotaban en el aire, sin pruebas claras, pero lo suficientemente contundentes como para destruir su credibilidad.
Se sentó frente a la computadora y comenzó a escribir. No sabía si alguien la escucharía, pero aún tenía que hablar. Su verdad, aunque rota, era todo lo que le quedaba.
Katerine no solo perdió su lugar en el sindicato que fundó, sino también la seguridad de su propia vida. Las burlas en redes sociales se convirtieron en acoso, y el acoso en amenazas de muerte. Una de esas amenazas le decía que le desfigurarían su rostro, el pánico la inundó, perdió el sueño y la paz mental. Su mundo, construido con tanto esfuerzo, se desmoronaba mientras ella intentaba mantenerse en pie.
Katerine recordó ese día como si fuera ayer. Había confiado en Amaranta, no por ingenuidad, sino porque pensó que entre compañeras había un pacto implícito: cuidarse, apoyarse, protegerse. Pero en lugar de encontrar respaldo, se encontró a sí misma enfrentando una traición que dolía más que cualquier golpe y que además representaba un grave peligro para su vida.
“¿Cómo pudo hacerlo?”, pensaba una y otra vez. Amaranta no solo había omitido ayudarla, sino que la había expuesto ante los presuntos agresores. Como si eso no fuera suficiente, decidió hacer público lo que debería haberse mantenido en el terreno confidencial.
El video de Alejandra Omaña fue la estocada final para Katerine. Ver su historia reducida a un espectáculo, usada para desacreditarla y humillarla, fue un golpe del que aún no sabe si se recuperará.
“¿Así es como tratamos a las víctimas? ¿Así es como se supone que nos cuidemos?”, murmuró, apretando los puños con fuerza. Había dolor, pero también rabia. Una rabia que, con el tiempo, espera convertir en fuerza para seguir luchando.
No olvidemos que cuando se trata de la comisión de posibles delitos, el ciudadano que tiene conocimiento de esos delitos no debe prevenir a los posibles delincuentes si no denunciar el hecho ante las autoridades competentes, así las cosas, lo que hizo Alejandra Omaña bordea los terrenos del delito.
¿Tuvo Alejandra Omaña unas mínimas palabras de consuelo o de empatía con la mujer adolorida que confiando en ella le contó el abuso que había padecido? Ni una sola.
El encuentro
Fue en ese momento, cuando Katerine enfrentaba su peor tormenta, que nuestros caminos se cruzaron. Yo había observado todo desde la distancia, con una mezcla de asombro y repudio por lo que estaba sucediendo. No compartía sus ideas, pero lo que le hicieron no era ideología; era un atropello que trascendía cualquier diferencia.
El día que nos vimos, sus ojos hablaban más que sus palabras. Había dolor, rabia y miedo. Pero también había algo más: una dignidad que, a pesar de todo, seguía intacta. Nos sentamos frente a frente, dos mujeres con historias muy parecidas, heridas por un sistema machista, pero unidas en ese instante por algo que iba más allá de nosotras."No sé qué decirte", le confesé. "No estoy aquí para debatir nuestras posturas. Estoy aquí porque lo que te hicieron no tiene nombre. Estoy aquí para apoyarte."
Ella me miró, primero con desconfianza, luego con un destello de algo que parecía esperanza. "Gracias", murmuró. Y en ese momento entendí que no se trataba de estar de acuerdo, sino de reconocernos en nuestra humanidad.Juntas, trazamos un plan para proteger su vida. La ayudé a encontrar un lugar seguro, lejos de quienes la amenazaban. En silencio, movimos contactos, buscamos apoyo, con el fin de encontrar un refugio temporal para que pudiera respirar sin temor. Las diferencias ideológicas quedaron en un segundo plano; lo único que importaba era salvar su vida y la de su familia.
En los días que siguieron, Katerine y yo compartimos conversaciones largas y profundas. Hablamos de nuestras heridas, nuestras luchas y nuestras esperanzas. No siempre estábamos de acuerdo, pero algo cambió: aprendimos a respetarnos. Donde antes había un abismo, ahora había un puente construido con empatía y humanidad.
El presente
Hoy, Katerine y yo no somos amigas en el sentido tradicional, pero compartimos algo más poderoso: un respeto mutuo y un cariño que nació en la adversidad. Ella sigue luchando desde su trinchera y yo desde la mía. Pero sabemos que, cuando la vida nos golpea, podemos contar la una con la otra.
Esta historia no es sobre cambiar de ideas ni renunciar a nuestras convicciones. Es sobre la capacidad de reconocer el dolor del otro, incluso cuando no compartamos sus ideales. Es sobre la solidaridad que nace en los momentos más oscuros y que, a pesar de todo, nos recuerda que, antes que nada, somos humanas.
Katerine Visita uno de los proyectos de la Fundación Empodérame en el Distrito de Aguablanca en Cali. El comedor infantil que alimenta a jóvenes sobrevivientes de prostitución.
Es una historia conmovedora. A pesar de todo lo que vivió katerine es de resaltar lo mejor que ella pudo dar para su asociación, los trabajos en equipo hay que sobrellevarlos animándose uno al otro para así poder trabajar de una manera adecuada