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¿Las desaparecidas están en las redes de explotación?

La desaparición de Nataly Alejandra Ángel Sáenz en México es solo un ejemplo más de la dolorosa realidad que viven cientos de mujeres colombianas explotadas y desaparecidas fuera del país. Nataly viajó con sueños de mejorar su vida, pero lo que encontró fue un infierno que hoy la tiene desaparecida. ¿Cuántas más necesitamos para abrir los ojos y entender que la prostitución no es trabajo, sino explotación y violencia, en manos de redes criminales que están fuera de control?

Por Claudia Yurley Quintero

Defensora de Derechos Humanos y Representante de la Fundación Empodérame


La Prostitución: Una Industria Criminal, No Laboral

Es hora de dejar de romantizar y normalizar la prostitución como si fuera una actividad legítima o una elección de vida digna. La prostitución está dominada por redes de trata de personas, controlada por criminales, y sostenida por un sistema que lucra con el cuerpo de mujeres vulnerables, muchas veces migrantes, muchas veces engañadas y muchas veces solas. No son empresarios los que manejan este “negocio”; son proxenetas, mafias, y tratantes que han visto en la explotación sexual un mercado rentable a costa del sufrimiento de miles de mujeres y niñas.

Desde algunas instituciones, como el Ministerio de Igualdad, se ha planteado la prostitución como un "trabajo" si es "voluntaria". Pero ¿qué tan voluntaria es una actividad cuando la mayoría de las mujeres que la ejercen están atrapadas en la pobreza, en la falta de oportunidades, en la exclusión social? Esta visión simplista ignora por completo el contexto de coacción y vulnerabilidad en que se encuentran estas mujeres, y es especialmente hiriente cuando vemos casos como el de Nataly, quien desapareció en un entorno donde las mafias cazan a jóvenes migrantes como si fueran mercancías desechables.

Violencia Sistémica contra Mujeres Colombianas en el Exterior

México, un país con profundas crisis de seguridad, se ha convertido en una trampa mortal para las mujeres migrantes, especialmente para las colombianas que buscan oportunidades y terminan en las manos de redes de trata. Muchas son captadas con falsas promesas de empleo, seducidas por la promesa de una vida mejor. Sin embargo, lo que encuentran al cruzar las fronteras es violencia, esclavitud y, en el peor de los casos, la muerte.

La violencia que enfrentan no es solo física o sexual; es también institucional y sistemática. Las familias de las desaparecidas, como la de Nataly, quedan atrapadas en una pesadilla de abandono y negligencia. Cuando las autoridades mexicanas no actúan y las colombianas no ejercen presión, se perpetúa un ciclo de impunidad. En este contexto, el silencio y la indiferencia de nuestras instituciones no son más que otra forma de violencia.

Desde la Fundación Empodérame hemos levantado la voz para exigir que el gobierno colombiano, a través del Ministerio de Relaciones Exteriores y el Ministerio de Igualdad, cumpla su deber y presione a México para proteger a nuestras ciudadanas. Las mujeres colombianas en el extranjero, muchas de ellas jóvenes y migrantes, están siendo desaparecidas por mafias criminales, y no podemos permitir que el Estado colombiano las abandone.

Un Enfoque Humanitario y Real en la Protección de las Mujeres

Es urgente que el gobierno colombiano reconozca que la prostitución no es una opción digna para las mujeres vulnerables, sino una estructura de violencia que las atrapa y las destruye. Necesitamos políticas que enfrenten la prostitución como una manifestación de violencia estructural, de explotación económica, y de discriminación.

Colombia debe proteger a sus ciudadanas en el exterior y ejercer presión sobre los países que no garantizan justicia. Y es también responsabilidad del Ministerio de Igualdad reconocer que la prostitución no es un “trabajo” cuando quienes la ejercen son inducidas a entrar o permanecer en ella, cuando se encuentran bajo el control de redes criminales que lucran con sus cuerpos y destruyen sus vidas.

El caso de Nataly Ángel Sáenz es un llamado urgente, una evidencia de la violencia que enfrentan las mujeres colombianas y un recordatorio de que no podemos ser cómplices del sistema que las explota.

Por Nataly y tantas otras víctimas, seguimos alzando la voz.

 

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