Norita cocina con amor y resistencia en Cartagena
- Prensa Empoderame
- 9 abr
- 2 Min. de lectura

En el barrio Alcibia, cuando Norita prende el fogón, no solo empieza a hervir el agua del sancocho. Empieza a calentar la esperanza de muchas mujeres que han vivido lo peor y que, sin embargo, cada día deciden levantarse a salir adelante.
Nora Esther no necesita micrófono para liderar. Su voz se oye en el bullicio de la olla grande, en los saludos que reparte entre el humo, en el olor a cilantro y yuca y el ñame que se escapa de su cocina comunitaria. Allí, en esa casa sencilla que hace parte de la Fundación Empodérame, se sientan mujeres que han vivido la explotación sexual, migrantes, trabajadoras del mercado Bazurto, madres con sus hijos, todas ellas buscando un respiro. Norita les da comida, pero también las escucha, las abraza, las convoca.
Y es que Norita no solo cocina. Norita cuida, siembra, protege, organiza. Acompaña procesos de autonomía alimentaria desde lo que ella llama “los saberes del pueblo”: plantar su propia huerta, hacer vinos medicinales, aprovechar cada semilla, sembrar sin químicos, cuidar la tierra. Junto a otras mujeres, ha aprendido y enseñado cómo producir comida limpia, cómo volver a las raíces sin perder el presente.
Pero su trabajo ha sido incómodo para algunos. Desde mayo de 2024, el comedor ha sido blanco de hostigamientos, insultos y hasta amenazas de “desconocidos” que quieren que las mujeres regresen a los prostíbulos. “Nos quieren amedrentar para que cerremos la olla —dice Norita—, pero mientras tengamos leña, seguimos cocinando”.
Y sí, sigue cocinando. Con su delantal limpio, sus zapatillas puestas, y esa forma suya de hablar claro, sin miedo. Porque para Norita, la olla no es caridad: es una acción feminista. La huerta no es solo comida: es dignidad. El comedor no es solo un lugar para alimentarse: es un espacio donde las mujeres dejan de sentirse solas.
Norita no es una heroína de discurso. Es una mujer con las manos llenas de solidaridad, olor a sancocho, y el corazón puesto en su gente. Y eso, en estos tiempos, es revolución feminista.
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