Desde la década de 1980 los estudios sobre varones, como sujetos dotados de género, emergieron en los estudios de mujeres y feministas que ya llevaban más de un siglo en investigación, importantes investigadoras versaron sobre las formas e interacciones de los hombres respecto a las mujeres para nutrir una dimensión hasta ese momento poco explorada: la manera en la que el patriarcado se ciñe sobre la vida de los hombres y configura sus formas de ser y actuar para consolidar la dominación masculina sobre las mujeres. Estas formas se despliegan en todas las esferas de la vida, no sólo externas sino sobre todo en la vida íntima y en las formas de interpretación del mundo a su alrededor.
A raíz de esa exploración se fundan los estudios sobre Masculinidades introduciendo diversos enfoques disciplinares para profundizar en su entendimiento. A principios del nuevo siglo Bourdieu (2000) publicó su libro La dominación Masculina donde exploró las formas de rutinización de la violencia que perpetúan la sumisión y sujeción de las mujeres, analizando una comunidad en el norte de África, sin embargo, estas formas elementales de división sexual y social del trabajo le permitieron al autor desarrollar análisis de alcance medio para explicar por qué nuestras sociedades occidentales no abandonan viejas formas de misoginia y machismo a pesar de alcanzar avances jurídicos en cada país.
Otra dimensión ampliamente explorada son los periodos exacerbados de violencia contra las mujeres por parte de los hombres como efecto de la adquisición legislativa de derechos fundamentales para las mujeres lo cual obstaculiza su goce efectivo, entre otras situaciones. Lo que llama verdaderamente la atención aquí, es el aumento en la violencia por parte de los varones. Sin duda, este escenario se conoce como la “crisis de la masculinidad” reconocida a mediados del siglo XX, debido a las transiciones que estaba obligado a dar el sistema patriarcal por la vinculación masiva y los nuevos derechos para las mujeres que proporcionaban cierta autonomía, regulación de los salarios y que buscaba minar la brecha económica respecto de los varones. Pero lo que ocurrió fue que, en todas partes y en distintas proporciones, las mujeres experimentaron la violencia en el espacio público, pero también en sus propias casas el reto y la fantasía de construir la igualdad se diluía.
¿Qué significa experimentar la crisis? En Colombia, por ejemplo, a mediados de 1970, muchos varones abandonaron su hogar ante la imposibilidad de vincularse a un empleo, sobre todo, ante la posibilidad de ver cuestionada su tradicional jefatura pues al traer dinero al hogar y trabajar durante largas jornadas; las mujeres ya no estaban dispuestas a permanecer siempre en silencio, mientras los roles de género en las familias vivían un proceso de cambio. Los varones enfrentaron la crisis como mejor sabían hacerlo: a través de la fuerza y el ejercicio de la violencia.
Los hombres siempre han tenido la capacidad de organizarse para llevar a cabo procesos, que les permitan alcanzar horizontes políticos comunes. Hoy día, algunos grupos de hombres se organizan para cuestionar las formas en las que un sistema tan rígido como el patriarcado en su amplia manifestación les afecta en la constitución de su rol de género. Principalmente, aquellos hombres que por su expresión de género u orientación sexual no reciben el dividendo patriarcal en la misma medida y proporción. En esta dirección y siguiendo el desarrollo teórico de los estudios de género y feministas, presento una visión: la ruptura, la crisis y el cambio.
Después de la ruptura, la crisis de la masculinidad ha sido evidente y estudiada desde varias dimensiones, pero la asimilación completa requiere un compromiso con la transformación en la práctica a través de un proceso de profundo cuestionamiento, crítica y auto-crítica que algunos hombres impulsados por sus lugares de enunciación están llevando a cabo con todas las implicaciones y consecuencias que ello signifique, pero los hombres que construyen esos procesos aún están en el momento de asimilación de la ruptura y la crisis, sus reflexiones y prácticas aún nos distancian de un supuesto varón-aliado o traidor del patriarcado.
Preguntémonos: ¿Hay algo nuevo en que los hombres se organicen?, ¿de qué forma somos afectados hombres y mujeres por el sistema patriarcal?
La organización debe ser desde el cuestionamiento y la traición a todo lo aprendido desde el rol como varón. Celebremos los cuestionamientos con humildad, la ganancia es la crítica continua, el extrañamiento ante las circunstancias que mantienen en opresión a las mujeres y con más ahínco a unas en particular.
Isabel Cristina Garcés Galíndez
Socióloga
Voluntaria en Fundación Empodérame
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